La búsqueda de la felicidad en estos tiempos extraños-Juan Francisco Quevedo

Ahí os dejo estas reflexiones sobre la búsqueda de la felicidad en estos tiempos tan extraños que hoy salen publicadas en el diario Alerta.

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LA BÚSQUEDA DE LA FELICIDAD EN ESTOS TIEMPOS TAN EXTRAÑOS QUE NOS TOCA VIVIR

Vivimos unos tiempos extraños, una época turbulenta y procelosa, en la que ese mismo tiempo que debía atemperarnos y relajarnos con su paso, parece estar más dispuesto a ofuscarnos, cuando no a matarnos en vida.

Es una evidencia cómo nos vamos cargando de un cada vez más amargo escepticismo pesimista al pasar de los años, máxime si se apodera de nosotros una realidad tenebrosa como la que nos está tocando en suerte. Incluso se puede apoderar tanto de nuestro espíritu que puede llegar a constituirse en nuestra única certeza. Tan sólo nos puede salvar de ese naufragio emocional el gusto por aquello en lo que hasta ayer mismo apenas reparábamos.

Al menos, este tiempo presente nos está sirviendo para ver y valorar lo que nos rodea de manera absolutamente distinta. Todo aquello que antaño fuera importante y grandilocuente se diluye ahora en las sucesivas dosis de escepticismo que la vida y esta nueva realidad se encarga de administrarnos. Ya tan sólo nos centramos en el encanto que se desprende de la simplicidad más desnuda. Pareciera que tan sólo las adorables pequeñas cosas sean capaces de conmovernos.

Nos rescatan de esa ciénaga de dolor esas nimias miradas, cuando las caricias están proscritas, los solícitos gestos de amor, cuando se abre paso la aurora, y el palpitar incierto de un mundo que se resiste a encallar, aunque vaya a la deriva.

Nos reconcilia con la humanidad la lucha tenaz así como la altruista y desinteresada entrega de tantas personas a una causa común, cuando ayer mismo la codicia parecía reinar en nuestro mundo.

Nos animan a continuar los recuerdos amables, aquellos más escondidos y recónditos que la linterna de la memoria ilumina en nuestra mente. Una tarde de verano con la salinidad marina en nuestra piel, el sonido de las olas al romper contra el espigón del muelle, el balbuceo de un hijo en la cuna mientras duerme, el silencio ensordecedor de la naturaleza mientras paseamos por el monte o el bullicio apabullante de un día de tráfico cuando caminamos acelerados por una calle de nuestra ciudad.

O quizás tan solo nos haga sonreír el gesto mecánico de girar la llave en la cerradura y entreabrir la puerta de la casa para dejarnos embriagar por el olor del café recién hecho, un olor que nos hace viajar en el tiempo, como con las famosas magdalenas de Proust, a la niñez.

No puedo evitar delatarme. Ese gusto por el café me viene sin duda por mi infancia mejicana, por la cercanía de los cafetales cordobeses. Ellos impregnaron de la más pura cafeína mi pituitaria, mi espíritu y mis sentidos. El gusto por el buen café vendría en esos cafés cortos y concentrados que, a veces, regados con un poco de coñac español, tal que un buen Domecq, veía tomar a mi padre mientras visionaba una película de Gary Cooper. Al entrar este héroe bueno en cualquier cantina solía pedir, por contraposición a ese espectador que tanto le admiraba, uno de esos cafés largos americanos que más pareciera agua manchada que otra cosa, aunque, eso sí, preparada con el más selecto de los cafés mejicanos. Maldito desperdicio yanqui para el paladar el que nos llega a través de un excelente cine. Y maldita manera de desaprovechar unos granos tan olfativos como deliciosos. Allá ellos. Dios les inunde de café vietnamita y deje a los creyentes, de espíritu agradecido, el extraordinario café de los campos cordobeses.

“El café debe ser caliente como el infierno, negro como el diablo, puro como un ángel y

dulce como el amor» (Charles de Talleyrand)                                                                                      

Tal vez nos subyuguemos ante el recuerdo de esa calle por la que regresábamos a diario a la búsqueda de ese refugio dorado, que es el hogar, y que se puede representar en ese café, en esa paz que se desprende de aquello que nos inunda de felicidad. Espero que esa calle siempre sea mi calle, siempre sea nuestra calle y nunca vaya a ser  una calle, tal como tan bien dijera Manuel Machado, que ni tan siquiera reconozcamos: “Esta calle no es mi calle sino una calle cualquiera camino de cualquier parte”.

La música, la literatura, el cine y tantas cosas nos liberan de esta presión que, a veces, hace que nos cueste tanto concentrarnos. Todo ello contribuye a que nos neguemos a pasar Una temporada en el infierno que, desde su alquimia del verbo, el poeta nos dejó en estos versos con apenas dieciséis años:

“Yo conozco los cielos rompiéndose en destellos,

las trombas y las resacas y corrientes: y la noche conozco,”

                                                     Rimbaud (El barco ebrio).

La felicidad está y hay que encontrarla en esas pequeñas cosas que inundan de cotidianidad nuestras vidas, que nos hacen agradable la existencia; quizás sea la manera, el arma de la que disponemos, para no tener que decir nunca lo que ya hace diez siglos dijera uno de los hombres más poderosos del mundo.

Tal vez, él, que lo tuvo todo, olvidó fijar su mirada en lo más próximo, en aquello que nos alegra la vida sin darnos cuenta. Tras permanecer en el califato más de cincuenta años y haber convertido a la ciudad de Córdoba en la capital cultural del mundo, haciendo convivir en paz a tres culturas, árabe, judía y cristiana, declara haber sido un hombre profundamente infeliz. Estremece leer en su diario los días de su vida en que se consideró un hombre feliz. Como Julio César y Napoleón padeció la enfermedad sagrada y, como ellos, fue el más poderoso de su tiempo, poseedor de todos los medios a su alcance para asegurarse una felicidad que nunca obtuvo. Aparentemente personajes equidistantes y, sin embargo, unidos en la amargura más de lo que pudiera parecer.

“No existe terrena bendición que me haya sido esquiva. He anotado con diligencia los días de pura y auténtica felicidad que he disfrutado: Suman catorce. Hombre, no cifres tus anhelos en el mundo terreno.”

                                                                              Abderramán III

Esperemos que nunca tengamos que decir con aflicción que estos tiempos nos destruyeron, que nunca hayamos de llevar a la realidad actual los versos que José Bergamín escribiera para recordarnos cómo veía aquella España de la dictadura.

“Dicen que España está españolizada,

mejor diría, si yo español no fuera,

que lo mismo por dentro que por fuera

lo que está España es como amortajada.”

                                                  José Bergamín (Soneto)

Nos salvarán del pesimismo los recuerdos sencillos, el cine, la literatura…; aquello que contribuya a nuestra felicidad.

Y la música. Siempre la música, desde mi niñez, haciéndome vivir. No sé exactamente si ya, por aquellos tiempos, Elvis dejaba resbalar cadenciosamente las palabras en aquella maravillosa canción que ya canturreara, tan distinta, Al Jolson, “El cantor de jazz”, aquel cantante blanco que, betuneado de negro, interpretase la primera película sonora importante de la historia. Aquella maravillosa canción, “Are you lonesome tonight”, me viene ahora a recordar la placidez pastosa del trópico, la felicidad de la infancia, de una infancia tan privilegiada como la mía que engordaba a base de papilla prefabricada. Esta canción acude hoy como aquella tierna nana que acunara la monotonía de mis juegos primeros.

“¿Está sola y triste esta noche?

… Cariño, mentiste cuando me dijiste que me amabas

y yo no tenía razones para dudar de ti.

Pero prefiero seguir escuchando tus mentiras

que continuar viviendo sin ti.”

                                      Elvis Presley (Are you lonesome tonight)

Música y vida; esta dualidad me ha acompañado siempre. Cualquier acorde, con una mínima capacidad de evocación, lo asocio inevitablemente a diversos momentos, situaciones y acontecimientos. Estas canciones que conforman mi discoteca emocional me acompañarán hasta la tumba, abanicándome suavemente o sobresaltándome bruscamente, bien al ritmo relajante de Bob Dylan y Johnny Cash y su “Girl from the North Country” o bien al ritmo de la flauta mágica de los Jethro Tull y su “Thick as a brick”, donde un granjero como Ian Anderson, con sus cambios rítmicos, es capaz de variar mi humor hacia el lado bueno y desinhibido.

“La música compone los ánimos descompuestos y alivia los trabajos que nacen del espíritu”

                               Miguel de Cervantes(Don Quijote de la Mancha)

Siempre recordaré la liturgia que seguí durante muchas noches en mis años de estudiante en Santiago de Compostela. Al llegar de madrugada, derrotado por el cansancio, encendía el magnetófono y me dejaba caer sobre la cama. Sonaban los primeros compases de “Wish you were here” y, mecido por ellos, mi cabeza descansaba plácidamente mientras todo mi ser se perdía entre sus notas. Hoy sus palabras se vuelven premonitorias.

“Corriendo sobre la misma tierra vieja

¿Qué hemos encontrado?

Los mismos viejos temores

Ojalá estuvieses aquí.”

                     Pink Floyd (Wish you were here)

Ahora que estamos afectados por esta pandemia, me vienen a la memoria las palabras de Virgilio: “horresco referens” (tiemblo al referirlo) Virgilio (Eneida 2,204)                                           

 Son las palabras de Eneas, en la obra de Virgilio, al referir la muerte de Laocoonte y sus hijos aprisionados por una serpiente, tal y como nos lo cuenta Virgilio y tal y como lo vemos en la estupenda y dramática escultura realizada, durante el siglo I a de C., en la isla de Rodas y exhibida en el Vaticano. En ella se refleja, como alegoría de la destrucción, la angustia de un mundo a punto de asfixiarse.

Esperemos que esa apuesta por la felicidad nos libere de la serpiente “y por cada desvalido soldado en la noche/nosotros vimos las campanas de la libertad resplandeciendo” Bob Dylan (Campanas de libertad).

Aboguemos por el optimismo.

Nada peor que el miedo para quitarnos la libertad.

Juan Francisco Quevedo

Os dejo este enlace con la magnífica versión que Bruce Springsteen hizo de “Campanas de libertad” de Bob Dylan.

 

 

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5 respuestas a La búsqueda de la felicidad en estos tiempos extraños-Juan Francisco Quevedo

  1. Gracias, amigo…es tan agradable leerte, siempre…

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  2. Impecable y tocando el trasfondo, más que de la felicidad, el de la infelicidad. Aparte de los tiempos convulsos que nos han sobrevenido, parece que en nuestra vida cotidiana y ordinaria todo transcurre muy deprisa, o eso decimos a menudo. En el cómo sentimos el paso del tiempo radica gran parte de la crisis existencial en la que nos hallamos inmersos. Y al hilo de esta cuestión y la de la felicidad que tan brillantemente abordas en tu artículo, un amigo me descubrió esta breve y clara reseña de la obra «El aroma del tiempo», de Byung-Chul Han:

    Gracias por tus aportaciones, Juan Francisco. Un abrazo.
    Salud.

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  3. Tete dijo:

    Deliciosa lectura.
    Me da la impresión maestro, que vas envejeciendo, unos días más que otros.
    Me ha encantado.
    Enhorabuena.

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